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¿De qué modo perjudican los padres sobreprotectores a sus hijos y cómo cambiar de actitud?

Docentes
10 Octubre 2022

Las consecuencias de sobreproteger a los niños es que no reconozcan sus emociones o les cueste asumir el fracaso. Los padres deben fomentar su autonomía de forma que sean personas capaces y adultos seguros el día de mañana



    Inés, de 13 años, tiene problemas para dormir si sus padres no están. Aunque vaya a una fiesta de pijamas con sus amigas, se empeña en volver a casa para pasar la noche.


    Juan, de 12 años, presenta en el colegio un trabajo de tecnología que él no ha hecho. “Es que el papá de uno de sus compañeros es ingeniero y, claro, seguro que el niño lleva un proyecto mejor”, se justifica su padre, tras dos días trabajando con circuitos integrados. Situaciones como estas se repiten en muchos hogares y son fruto, según los expertos, de un mismo árbol: la sobreprotección. Proteger a los hijos es algo instintivo, es una inclinación que nace, como animales que somos, buscando esa seguridad que queremos proporcionarles. Sobreprotegerlos, sin embargo, se define como “un exceso de cuidado que va más allá de lo razonable”.

    A grandes rasgos, la sobreprotección parental consiste en: intentar aislar al niño de todo peligro, proporcionar una supervisión constante, programar cada minuto de su vida, controlar su esfera social, mimarlo demasiado y originar una dependencia hacia los padres. Además, estos padres evitan dar responsabilidades a sus hijos, como tareas del hogar, para evitar que se agobien.


    Una sobreprotección que, como cuenta la psicóloga Bárbara Martín, “ha aumentado en la actualidad debido a la cada vez mayor falta de tiempo, la dificultad de conciliar vida laboral y familiar”, que nos hace pensar que no le dedicamos suficiente tiempo a nuestros hijos y nos bloquea. Hoy en día, los padres intentan ser súper padres, involucrándose en todas las facetas de sus hijos. Este exceso de atención, que es lo que es, suele venir determinado por la falsa creencia de que los niños, para ser felices no han de sufrir. Por esta razón, tratamos de anticiparnos a sus necesidades sin darnos cuenta de que lo que hacemos es no dejarles aprender.


    ¿Y en el colegio qué pasa?


    Esto lo único que hace es que en el colegio dependan más de sus profesores, se les considere estudiantes difíciles porque no se ajustan bien a la independencia y a la falta de atención. Les falta madurez, son el blanco de los abusadores y les falta conocimiento de situaciones apropiadas a su edad. Además, muchos de estos niños se enfadan si las cosas no salen como ellos quieren porque están acostumbrados a tener derecho a todo.;


    ¿Qué podemos hacer para evitar la sobreprotección? El psicólogo y doctor en Educación Rafael Guerrero Tomás, autor del libro Educación emocional y apego. Pautas y prácticas para gestionar las emociones en casa y en el aula, describe una serie de características para reforzar la autonomía, la confianza y la autoestima de nuestros hijos: - Si todos los padres nos planteamos como objetivo que nuestros hijos sean capaces de autogestionarse emocionalmente, es imprescindible que nosotros seamos capaces de gestionar nuestras propias emociones. - Aprender de los errores: es importante que nuestros hijos aprendan de sus errores y fracasos. En ocasiones, de manera inconsciente, no les dejamos que se equivoquen y nos adelantamos a sus errores. Hagamos de la experiencia una fuente de aprendizaje. - Los niños deben “sufrir” moderadamente con sus padres: ¿qué mejor lugar para aprender a regular la rabia, la tristeza y la frustración que cuando somos pequeños y estamos con nuestros padres? La familia es el mejor contexto para aprender a sufrir y tolerar las frustraciones que van a tener que encarar cuando sean mayores.


    - Cuidado con favorecer excesivamente la autonomía: la autonomía es uno de los pilares del apego seguro, pero si favorecemos en exceso la autonomía y la exploración y no cuidamos la intimidad y la protección, estaremos desarrollando un estilo de apego ansioso-evitativo en nuestros hijos. El objetivo no es favorecer la independencia en nuestros hijos, sino su autonomía.


    - Tolerancia a la frustración: en la sociedad en la que vivimos se hace muy necesario que nuestros hijos sepan manejar la frustración y los tiempos de espera. La vida cotidiana tiene multitud de circunstancias que implican incertidumbre y momentos de aburrimiento. Es necesario que permitamos que nuestros pequeños se enfrenten a estas situaciones y aprenden a gestionarla


    - Nuestros hijos tienden a cumplir aquellos objetivos, metas o expectativas que les ponemos. Por este motivo es necesario que seamos conscientes de las expectativas que les establecemos, teniendo especial cuidado con que sean alcanzables.


    - Los niños se pueden enfrentar a casi todas las emociones: los adultos sufrimos mucho cuando vemos a nuestros cachorros pasarlo mal. Sin embargo, la evidencia empírica demuestra que nuestros hijos se pueden enfrentar a las diferentes emociones. Solo hay una excepción: el único momento en que nuestros niños lo pueden pasar mal es cuando el adulto está viviendo una emoción desgarradora y, por lo tanto, no tiene ningún control sobre la emoción y la situación.


    - Si quieres, puedes: es frecuente escuchar frases y mensajes de este tipo. Debemos tener cuidado con ellas porque dejamos todos los objetivos al alcance de nuestros hijos si se esfuerzan, y esto no siempre es así. A veces no es que no quieran, sino que no pueden alcanzar algo


    - Establece límites claros: los niños y los adultos necesitamos una serie de límites en los diferentes contextos en los que nos movemos. Decir “no” o un “sí condicional” son una manera de mostrar nuestro cariño a los más pequeños


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