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Las formas tradicionales de evaluar a los alumnos, a debate.

Docentes
19 Octubre 2021

El mundo de la educación ha sido uno de los entornos en los que más impacto ha tenido la reorganización social, profesional y académica provocada por la pandemia global, poniendo en discusión, entre otros muchos temas, si se puede evaluar hoy a los alumnos igual que antes.


Una cuestión abordada también por la UNESCO en un seminario orientado a reflexionar sobre el rol que cumple la evaluación en el derecho a la educación y cómo asegurar un uso adecuado de ella en contextos de crisis. Entre las reflexiones principales, se planteó la importancia de trabajar metodologías que permitan evaluar los aprendizajes y lograr diferentes instrumentos y componentes que fortalezcan la cultura evaluativa. En otras palabras, se puso de relieve la necesidad de un cambio de paradigma que ponga el foco en lo que aprenden los estudiantes y ayude al profesorado a ser más efectivo.


En la lista de propuestas de los expertos en el ámbito educativo cobra peso priorizar la evaluación formativa y continua sobre evaluaciones sumativas y finales, evaluaciones cualitativas sobre cuantitativas y sobre todo participativas para los alumnos, tanto en un contexto virtual como presencial.


Existen numerosas herramientas e instrumentos para evaluar a los estudiantes que se pueden aprovechar, como los portafolios de actividades, proyectos, ensayos, mapas conceptuales, cuadros comparativos y, sobre todo, los cuadros de avances de los alumnos, que se recomienda que no sean llenados solamente por el docente, sino en comunidad con el alumno y los padres de familia, donde se destaque la evaluación cualitativa y la autoevaluación del joven.


La postura mayoritaria sostiene que reducir la evaluación y su potencial riqueza como fuente de información a una calificación o un número es desaprovechar la oportunidad de apreciar los logros y ámbitos de mejorar de los estudiantes. Es fundamental, entonces, que el proceso de evaluación se diseñe al servicio del aprendizaje y que las decisiones pedagógicas deben ser estratégicas para motivar a los alumnos en su proceso, especialmente en este momento inédito que estamos viviendo con restricciones e impacto socioemocional que aún no conocemos. 


Si todo lo que el docente pretende es trasladar un examen de tipo memorístico y exclusivamente de contenidos, la virtualidad del proceso en el caso de las clases online no asegura que el estudiante realice dicha prueba únicamente con base en lo que recuerde y cabe preguntarse cuál es, por tanto, el objetivo de la evaluación. Si esa misma prueba se realiza en un aula bajo la atenta mirada del docente tampoco garantiza el aprendizaje, de acuerdo con los expertos, y solo refleja la capacidad de memorización de un determinado alumno.


Queda claro, por tanto, que el presente de la educación pasa por un modelo de enseñanza enfocado al desempeño, al saber hacer y aplicar, para garantizar un aprendizaje sólido, transferible a otros contextos, que nos permita egresar estudiantes capaces de resolver problemas en entornos diversos.


Y para eso habrá que diseñar escenarios que nos permitan generar pruebas capaces de evaluar en qué medida nuestros alumnos resuelven problemas con todos los recursos de los que disponen a su alcance, como haría cualquier ciudadano o profesional en su desempeño diario.


Happy to teach

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